RAmón ROmán ROdrido llega para reivindicar la «extrañeza» de ser amables

El nuevo álbum infantil de Pintar-Pintar Editorial, escrito por David Acera y Gloria Sagasti e ilustrado por Borja Sauras, cuenta la historia de RAmón ROmán ROdrigo, un niño que no destaca por su inteligencia ni por su físico, pero que llama la atención por la amabilidad con la que trata a los demás.

A sus once años, RAmón ROmán ROdrigo no es «ni alto ni alto ni bajo, ni listo ni tonto, ni gordo ni delgado», pero destaca por su empatía y no duda en socorrer al vecindario echando mano de sus conocimientos estéticos o culinarios. Aunque los demás, por eso mismo, le digan que es raro, muy raro.

«Creo que, al menos en parte de la sociedad», apunta David Acera, «estamos avanzando un poquito y ya no se ve tan raro, como en mi época, que un niño disfrute con las cosas que le hacen feliz a Ramón: ser creativo, detallista o cocinillas». «De cualquier modo, sí que me gustaría que las niñas, y los niños en este caso, se criasen en un mundo donde pudieran ser ellos mismos», añade el escritor.

«Para mí, el cuento no habla de las rarezas de Ramón», explica Gloria Sagasti, «sino de lo extraño que resulta que le llamen raro. El texto crea polémica en aquellos grupos en los que se ha podido debatir, entre los y las niñas que comparten con los personajes que Ramón es raro y las niñas y niños que ni siquiera entienden por qué. Estos últimos, afortunadamente, cada vez son más, pero queda mucho».

Por su parte, el ilustrador Borja Sauras cree que el texto «pone en valor» a las personas diferentes «por lo que sus diferencias pueden aportar al resto», frente a «la actitud de rechazo hacia quien se sale del molde en el que se supone que todos debemos encajar». «Cuestiona esa mirada de incomodidad, de sospecha, que dirigimos a veces hacia las personas que nos rompen los esquemas mentales», indica.

En el cuento, estas diferencias vuelven a tomar relieve cuando un ogro se instala en una cueva cercana a la aldea, y va engullendo, sin inmutarse, a todo aquel que intenta ahuyentarlo. Ahí es cuando RAmón ROmán ROdrigo echa mano de sus habilidades para la cocina o la costura, o, sencillamente, de su capacidad para meterse en las botas de los demás, sean o no de siete leguas.

«No me gustaría», añade David Acera, «que nadie se perdiera la aventura que significa cuidar de otros o disfrutar de la delicadeza, del arte y de la introspección, por poner algunos ejemplos. Cuando hablamos de caminar hacia la igualdad muchas veces se habla desde el punto de vista, innegable, de los derechos y espacios que las chicas tienen que ocupar, pero se habla mucho menos de los espacios que se nos han negado a los niños y a los hombres en nuestra historia reciente y que también están ahí».

Entre el cuento popular y el relato contemporáneo

En el texto, son varios los guiños a cuentos clásicos como Pulgarcito o Los tres osos, con un ogro hambriento, feroz y onomatopéyico, realmente amenazador. En el otro lado de la balanza, una sensibilidad contemporánea que no nace del marketing, sino de la reflexión y de una forma de orientarse.

«Las ideas reflejadas en el cuento surgen de manera natural», asegura Gloria Sagasti, «pero porque son ideas ya interiorizadas después de procesos de reflexión, de reflexión sobre la igualdad de género en derechos, deberes y emociones». En este sentido, David también coincide con Gloria, y piensa que, «en todo caso, somos lo que contamos y lo que escuchamos a lo largo de nuestra vida».

«A mí me encantan los cuentos de corte clásico con aventuras, con ogros y con brujas, con princesas y piratas», afirma David Acera. «Son formas de contar el mundo y personajes a los que no es necesario renunciar para hablar de perfiles o de asuntos distintos a los más tradicionales».

La historia, escrita a lo largo de un verano por Gloria Sagasti y David Acera, tomó forma en Gijón, en un programa municipal de coeducación a través de la narración oral. «El cuento lo comenzó David», comenta Gloria Sagasti, «y luego nos fuimos pasando los textos y añadiendo lo que nos parecía. Con David es fácil trabajar, es abierto y tolerante y su sentido del humor facilita mucho las cosas». «En mis procesos», recuerda la escritora, «consultaba con Héctor, mi hijo pequeño, que siempre te da buenos consejos y es “extremadamente sincero”. El cuento le divertía mucho».

«Glori y yo hablábamos frecuentemente por teléfono», explica David Acera, «diseñamos la trama y nos fuimos pasando el uno al otro borradores del texto por el correo». «Con Glori se desarrolla siempre todo bien y fácil. Es una persona maravillosa y muy generosa a la que conozco desde que me dio clases de pintura a los cuatro años de edad. La rapaza vale para todo», dice David.

En marzo del año pasado, durante el confinamiento, David Acera empezó a narrar algunas de sus historias a través de Internet, en su espacio «Cuentos Domiciliarios», y eligió la historia de RAmón en primer lugar. «La elegí sin dudar: mola un montón, tiene aventuras y risas y pensé que la podría disfrutar toda la familia y no sólo las niñas y los niños. Lo cierto es que la respuesta me abrumó y fue disfrutado en directo por cientos de familias y miles más lo vieron en diferido», recuerda.

Unas ilustraciones que amplifican el texto

Para ilustrar el cuento, Borja Sauras se ha decantado por técnicas digitales, tratando de darle un aspecto analógico al conjunto por medio de pinceles irregulares, con bordes rotos y un flujo de pintura variable. «Trato de que el estilo sea suelto, no muy rígido ni muy limpio, pero llamativo.

En cuanto a los colores, he dividido el libro en tres partes. Hay una primera parte más “gris”, monotono (que no monótono) para presentar al pueblo, en contraste con Ramón que destaca por su color vivo. Luego llega el momento oscuro cuando entra en la cueva; y más tarde, a medida que Ramón se va adueñando de la historia, las páginas se van volviendo más coloristas», explica el ilustrador.

«Yo estoy encantada con las ilustraciones», asegura Gloria Sagasti. «Me gusta el color, los contrastes que hay entre la sociedad que representa y el color de Román, los contrastes en alguna de las páginas entre el texto y la ilustración dando lugar a interpretaciones… Pienso que Borja ha “sentido” el cuento y ha aumentado las posibilidades con su expresión», concluye la autora.